diumenge, 20 de desembre del 2009

de amore (parte III)

(...)


"And if I'm reaching too high, you
know we live and learn
That's all it takes in this life
I can't be overly cautious
where love is concerned

I know there's no promises (...)

I should use my head
But that only tends to lose me and confuse me".

By heart, M. McDonald.



No todo es pesimismo. El amor se consume sobradamente, en lánguidas escenas románticas, llenas de tensión por el temor a ser descubiertos, aunque finalmente su relación se haga pública, no ya en Chrétien, sino en autores y obras posteriores, a destacar, la Muerte del Rey Arturo. El ciclo artúrico continua, y a medida que inspira a más autores, la esencia del mismo se pierde, hasta quedar sólo la carcasa propagandística ya inherente en toda la obra, aunque sutil (1).

No nos dejemos embaucar por la falsa moralina de la historia. Hasta el punto de la Muerte del Rey Arturo, no se castiga a los amantes por su infidelidad o lujuria. Se les castiga por su indiscreción, sólo la actitud amorosa evidente les hace caer. El Amor no perdona a los que profanan su secreto, su doctrina oculta a la que nos hemos referido al principio. Los traidores merecen el castigo más cruel, que no es por cierto, el de la muerte, sino el de vivir rodeados de envidia e ignorancia(2).


Pero volvamos a lo práctico y veremos que hay esperanza. Paralelamente a las obras de inspiración artúrica, Chrétien de Troyes escribe el pionero roman caballeresco “Erec y Enid”. Se trata de la historia de un matrimonio y sus problemas para sobrellevar su amor con la vida cotidiana. Moderno y original. El prólogo de la obra explica un típico enamoramiento: caballero conoce a dama, se gustan y se casan. La “concupiscencia del tálamo matrimonial” les atrapa en una “espiral carnal” y obsesiva y ambos dejan el mundo de lado. Finalmente reflexionan sobre ello, y Erec vuelve a la caballería acompañado de su mujer, no sin ignorarla durante todo el relato cayendo en todos los tópicos misóginos posibles.

No obstante, encuentran una manera de continuar siendo lo que son, una dama y un caballero con sus respectivas responsabilidades, y estar juntos.

Pero si esto no os convence y queréis seguir sufriendo, podéis recurrir a Arnaut Daniel, Bernat de Ventadorn o, ya más cercana en el tiempo, Emily Brontë. La literatura es un sitio donde soñar, pero ojo, también es un manual de como vivir y sortear los imposibles.

Ya que mencionamos ejemplos más asequibles, quisiera recordar a la escritora inglesa Jane Austen, para mí una de las autoras más malinterpretadas de la historia.

Existen dos facciones de detractores, la de los que tuercen la cara al escuchar su nombre y escupen “vaya cursilada” o los que, al contrario, la acusan de ser materialista y patriarcal. Ambas cosas o ninguna, pero tal suma o resta nos da un resultado neutral, lo cual se asemeja bastante a mi concepción personal. Tal y como decía al principio de este escrito, no estamos aquí para hablar de nuestros ideales sino para recopilar soluciones a problemas reales.

La verdad es que novelas como “Emma” o “Sentido y sensibilidad” me tienen bastante sin cuidado (aunque debo destacar el maravilloso matrimonio Dashwood: típica cuñada maleducada y tocacojones y hermano calzonazos y gilipollas) pero siempre me llamó la atención la última y más madura obra de Austen, “Persuasión” (aquí también reluce otro personaje conocido como “familiar egocéntrico, victimista e insoportable”, Mary Elliot. De cara a la Navidad me pareció muy conveniente repasar este tipo de sujetos para alivio de los lectores).

“Persuasión” es una historia de esperanza: la lucha por el amor entrada la madurez, lejos del impulso y el atontamiento juvenil. Una muy enamorada Anne Elliot rechaza a su pretendiente Frederick Wentworth. Las amistades familiares aconsejan que la hija de un baronet no puede casarse con un marino pobre sin alcurnia, y para más horror, irlandés.

Ocho años después, la familia noble viene a menos económicamente por el manirrota de sir Elliot y su estirada hija mayor, lo que les convierte en unos perfectos “mucho don sin din”. Y entonces, qué suerte, aparece de nuevo el pretendiente, ahora Capitán Wentworth, del que se dice que posee una fortuna de veinticinco mil libras. Después de muchos acercamientos infructuosos, malentendidos y terceros que no paran de meterse en lo que no les incumbe (una versión moderna de los lauzengiers), Wentworth por fin tiene una iluminació divina y le escribe esta carta:

“Unjust I may have been, weak and resentful I have been, but never inconstant. You alone have brought me to Bath. For you alone, I think and plan. Have you not seen this? Can you fail to have understood my wishes? I had not waited even these ten days, could I have read your feelings, as I think you must have penetrated mine. I can't hardly write”.

El factor tiempo es determinante en esta obra en lo que concierne a la relación amorosa. Cada cosa a su momento, señala Austen, algo que ya había hecho notar en “Orgullo y prejuicio” cuando afirma:

Of a fine, stout, healthy love it may. Every thing nourishes what is strong already. But if it be only a slight, thin sort of inclination, I am convinced that one good sonnet will starve it entirely away.''



(1)El tedioso ciclo artúrico de los siglos XIII, XIV y XV apesta demasiado a pamfleto anexionador de la realeza francesa, empezando por sus ansias de disminuir el ya debilitado poder feudal de aquellos nobles que habían sido, hasta la batalla de Muret, vasallos del reino de Aragón o más adelante, en plena guerra de los Cien Años y después de ella, de los fieles a los señores de Inglaterra. Eso sin contar con las tramas inverosímiles pseudo metafóricas, que tienen más de viaje ergótico que de experiencia mística o sentido literario.


(2)O en la paz de un convento. Tanto Ginebra como Lancelot se las piran y se ordenan monjes. Lo que se pinta como una repentino ataque piadoso, es en verdad el gusto morboso y masoquista de vivir pensando en el otro, sufriendo en silencio pero disfrutando de los recuerdos y del secreto. En verdad que hay nada más lujurioso que la castidad.


2 comentaris:

  1. tú si que eres un rollo, al menys tu pots evitar de llegir-me, "señor que confunde un piano con una pianola"...massa spaghetti western en tu vida, darling.

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