diumenge, 20 de desembre del 2009

de amore (parte III)

(...)


"And if I'm reaching too high, you
know we live and learn
That's all it takes in this life
I can't be overly cautious
where love is concerned

I know there's no promises (...)

I should use my head
But that only tends to lose me and confuse me".

By heart, M. McDonald.



No todo es pesimismo. El amor se consume sobradamente, en lánguidas escenas románticas, llenas de tensión por el temor a ser descubiertos, aunque finalmente su relación se haga pública, no ya en Chrétien, sino en autores y obras posteriores, a destacar, la Muerte del Rey Arturo. El ciclo artúrico continua, y a medida que inspira a más autores, la esencia del mismo se pierde, hasta quedar sólo la carcasa propagandística ya inherente en toda la obra, aunque sutil (1).

No nos dejemos embaucar por la falsa moralina de la historia. Hasta el punto de la Muerte del Rey Arturo, no se castiga a los amantes por su infidelidad o lujuria. Se les castiga por su indiscreción, sólo la actitud amorosa evidente les hace caer. El Amor no perdona a los que profanan su secreto, su doctrina oculta a la que nos hemos referido al principio. Los traidores merecen el castigo más cruel, que no es por cierto, el de la muerte, sino el de vivir rodeados de envidia e ignorancia(2).


Pero volvamos a lo práctico y veremos que hay esperanza. Paralelamente a las obras de inspiración artúrica, Chrétien de Troyes escribe el pionero roman caballeresco “Erec y Enid”. Se trata de la historia de un matrimonio y sus problemas para sobrellevar su amor con la vida cotidiana. Moderno y original. El prólogo de la obra explica un típico enamoramiento: caballero conoce a dama, se gustan y se casan. La “concupiscencia del tálamo matrimonial” les atrapa en una “espiral carnal” y obsesiva y ambos dejan el mundo de lado. Finalmente reflexionan sobre ello, y Erec vuelve a la caballería acompañado de su mujer, no sin ignorarla durante todo el relato cayendo en todos los tópicos misóginos posibles.

No obstante, encuentran una manera de continuar siendo lo que son, una dama y un caballero con sus respectivas responsabilidades, y estar juntos.

Pero si esto no os convence y queréis seguir sufriendo, podéis recurrir a Arnaut Daniel, Bernat de Ventadorn o, ya más cercana en el tiempo, Emily Brontë. La literatura es un sitio donde soñar, pero ojo, también es un manual de como vivir y sortear los imposibles.

Ya que mencionamos ejemplos más asequibles, quisiera recordar a la escritora inglesa Jane Austen, para mí una de las autoras más malinterpretadas de la historia.

Existen dos facciones de detractores, la de los que tuercen la cara al escuchar su nombre y escupen “vaya cursilada” o los que, al contrario, la acusan de ser materialista y patriarcal. Ambas cosas o ninguna, pero tal suma o resta nos da un resultado neutral, lo cual se asemeja bastante a mi concepción personal. Tal y como decía al principio de este escrito, no estamos aquí para hablar de nuestros ideales sino para recopilar soluciones a problemas reales.

La verdad es que novelas como “Emma” o “Sentido y sensibilidad” me tienen bastante sin cuidado (aunque debo destacar el maravilloso matrimonio Dashwood: típica cuñada maleducada y tocacojones y hermano calzonazos y gilipollas) pero siempre me llamó la atención la última y más madura obra de Austen, “Persuasión” (aquí también reluce otro personaje conocido como “familiar egocéntrico, victimista e insoportable”, Mary Elliot. De cara a la Navidad me pareció muy conveniente repasar este tipo de sujetos para alivio de los lectores).

“Persuasión” es una historia de esperanza: la lucha por el amor entrada la madurez, lejos del impulso y el atontamiento juvenil. Una muy enamorada Anne Elliot rechaza a su pretendiente Frederick Wentworth. Las amistades familiares aconsejan que la hija de un baronet no puede casarse con un marino pobre sin alcurnia, y para más horror, irlandés.

Ocho años después, la familia noble viene a menos económicamente por el manirrota de sir Elliot y su estirada hija mayor, lo que les convierte en unos perfectos “mucho don sin din”. Y entonces, qué suerte, aparece de nuevo el pretendiente, ahora Capitán Wentworth, del que se dice que posee una fortuna de veinticinco mil libras. Después de muchos acercamientos infructuosos, malentendidos y terceros que no paran de meterse en lo que no les incumbe (una versión moderna de los lauzengiers), Wentworth por fin tiene una iluminació divina y le escribe esta carta:

“Unjust I may have been, weak and resentful I have been, but never inconstant. You alone have brought me to Bath. For you alone, I think and plan. Have you not seen this? Can you fail to have understood my wishes? I had not waited even these ten days, could I have read your feelings, as I think you must have penetrated mine. I can't hardly write”.

El factor tiempo es determinante en esta obra en lo que concierne a la relación amorosa. Cada cosa a su momento, señala Austen, algo que ya había hecho notar en “Orgullo y prejuicio” cuando afirma:

Of a fine, stout, healthy love it may. Every thing nourishes what is strong already. But if it be only a slight, thin sort of inclination, I am convinced that one good sonnet will starve it entirely away.''



(1)El tedioso ciclo artúrico de los siglos XIII, XIV y XV apesta demasiado a pamfleto anexionador de la realeza francesa, empezando por sus ansias de disminuir el ya debilitado poder feudal de aquellos nobles que habían sido, hasta la batalla de Muret, vasallos del reino de Aragón o más adelante, en plena guerra de los Cien Años y después de ella, de los fieles a los señores de Inglaterra. Eso sin contar con las tramas inverosímiles pseudo metafóricas, que tienen más de viaje ergótico que de experiencia mística o sentido literario.


(2)O en la paz de un convento. Tanto Ginebra como Lancelot se las piran y se ordenan monjes. Lo que se pinta como una repentino ataque piadoso, es en verdad el gusto morboso y masoquista de vivir pensando en el otro, sufriendo en silencio pero disfrutando de los recuerdos y del secreto. En verdad que hay nada más lujurioso que la castidad.


divendres, 20 de novembre del 2009

de amore (II)

(...)

A propósito de esto, Sandy Stewart afirma en la canción “House of love” (Blue Yonder, 1987): “I watch the months go by, I try to justify my list of things to do when all I want is to be with you”. Debo señalar el carácter intencional de esta afirmación, ella se “obliga” a seguir con su “list of things to do”, intenta (try) obviar su verdadera voluntad, “to be with you”.

El inicial dominio absoluto del amor lo hace incompatible hasta con el quehacer más mecánico de la vida cotidiana, y aún y cuando no choca directamente con lo establecido (la monogamia, el matrimonio o alguna convención social como la edad o el sexo) siempre hace peligrar, aunque sea mínimamente, la vida social, pues cambia las costumbres de la persona enamorada.

Si viajamos al génesis de este amor-pasión, amor courtois o como le queráis llamar, encontramos no pocos casos de tal fatal arrebato. No sólo el amor infiel de Tristán e Isolda es antisocial per se y pone en peligro la estabilidad del reino de Marc (todo por culpa de los malditos lauzengiers, la mezcla de política y sexo es lo más explosivo que se me puede ocurrir, y se me ocurren muchas maldades), sino que además tal sensación de desastre inminente se refuerza con algunas escenas mucho más explícitas. El único momento en que los dos amantes están realmente juntos se produce en el ámbito asocial y salvaje del bosque, donde viven como alimañas, debajo de los árboles y alimentándose exclusivamente de la caza y lo que encuentran por ahí.
Durante todo este pasaje, el lector respira la pesadumbre y tristeza de los amantes, que en vez de disfrutar de la libertad lejos de las miradas de la corte, languidecen asqueados en su nuevo estado, como si su amor sólo tuviera sentido dentro de los muros del castillo, dentro de la sociedad. Así pues, aunque el mundo conspira contra su relación, ésta no tiene sentido sin él.

El genial Chrétien de Troyes nos explica el porqué en sus romans. En “El caballero de la carreta” nos presenta a la mejor dama sobre la tierra, Ginebra, y al más excelente de sus caballeros, Lancelot. El del Lago vaga por el mundo buscando a su reina, que ha sido secuestrada por un malvado. La aventura le obliga a realizar las más maravillosas gestas, acciones de amor para llegar hasta su amada, que no están exemptas de su pertinente simbolismo iniciático.

Pero si quiere salir victorioso, deberá antes pasar por la más dura prueba: perder toda su honra como caballero y persona, subiendo a una infame carreta (1). Lancelot se rebaja de la manera más vil para recuperar e incluso multiplicar su fama durante esa búsqueda, en la que redime su humillación encontrando a la reina, que a su vez ha sido, de manera indirecta, la causante de su caída.

Pero justo antes de llegar a donde ella está recluida, debe pasar por un último trance: cruzar el puente de la espada, una plataforma que rebana a todo el que osa traspasarla. No es necesario explicar el simbolismo del puente, pero sí el hecho de que, para alcanzar finalmente su objetivo amoroso, debe sentir el peor de los dolores. Un mal presagio de lo que encontrará en el futuro, cuando pase de ser un mero caballero al caballero de la reina.


El amor es el causante de las azañas de Lancelot, que se caracteriza por su valentía. Su ser es inseparable de su condición de caballero, a la vez indivisible de su condición de persona enamorada. La identidad de Lancelot se puede resumir en un sustantivo y su complemento: un caballero enamorado.

Pero sus obligaciones y sus pasiones son incompatibles, aunque sean consecuencia la una de la otra. El del Lago se debe a su señor, el rey Arturo, pero también a su señora, midons (2). Y bien se sabe que no se puede servir a dos amos a la vez. Admirar de manera ideal a la reina es casi una obligación como caballero real, pero consumar su pasión es una grave afrenta para el rey (3).

Por ella, todo lo tiene y todo lo pierde. Ella es, en definitiva, la carreta.

(...)

(1) La carreta era, sin dura, la peor de las afrentas medievales: la exposición al escarnio popular (algo así como salir en la tele saliendo del cuartelillo o del furgón de los Mossos) y al maltrato del vulgo, que tenía vía libre para insultar, arrojar heces, comida podrida, etc...al reo en la carreta. ¿Para qué avisar de las consecuencias de cometer una falta cuando se puede ejemplarizar con los hechos?

(2) La mayoría de las cansons corteses están escritas para un destinatario en masculino. Aunque el objeto de la obra sea una dama, ésta adquiere el trato de "señor" para emfatizar su poder feudal trasladado a las relaciones amorosas. Es bueno clarificar este punto; más de uno se ha pensado que todos los trovadores eran homosexuales.

(3) Muchos usos del siglo XI y XII nos pueden parecer extraños hoy en día. Los reyes y nobles eran, en cierta manera, muy cercanos a su corte. Incluso sus hombres de más confianza tenían el honor de dormir en la misma habitación de su señor, y no había nada raro en que dos hombres compartieran el mismo lecho, que se abrazaran, se dijeran que se querían o se besaran en la boca. Los remilgos empezaron a venir después de la cruzada albigense. Incluso las mujeres gozaban de más libertad que en siglos posteriores, porque estaba de moda que estudiaran y fueran resueltas (así se podrían vender más "caras "como esposas, no seamos ingenuos, además, los nobles estaban fuera en la guerra durante mucho tiempo. Debían tener una persona válida a su lado que se encargara de sus tierras y sus asuntos. Él era el guerrero; ella la política, y el futuro de esas posesiones dependían en gran medida de la gestión de la señora).

En esta época del amor cortés era un honor tener un artista, un poeta, que escribiera canciones sobre la mujer de uno, era un hecho honroso y que daba fama, incluso si se insinuaba cierta admiración amorosa. Eso sí, que llegara hasta allí. Ser progre se llevaba (el mundo no ha cambiado ni pizca, las clases altas mantienen el jugar al progre como su hobby preferido era de persona refinada. Por eso la literatura y las leyendas castigan al marido celoso (en general, se burlan tanto de los difamadores, los conspiradores políticos de la corte, como del marido que rabia, no hay personaje más ridículo. Quiero aclarar que Arturo no está celoso, sólo se deja enbaucar por los lauzengiers). Abundan los relatos sobre el llamado "cor menjat", como el que explican de Guillem de Cabestany, al que un noble celoso hace matar y cocinar su corazón. Después se lo da a comer a su esposa, sobre la que Guillem escribía sus canciones. Al decirle que ese apetitoso manjar era el corazón del trobador, la mujer replica "Senyor, m´heu donat tan bona menja que mai més no en menjaré d'altra". Acto seguido se tira por una ventana. La leyenda concluye diciendo que el rey al saber lo que ha hecho el noble, lo encierra en la cárcel (por no entender que todo es un juego cortés), donde muere .Esta historia es del todo falsa, pero forma parte de la "vidas" del trobador, y no se puede negar su belleza.

dimecres, 28 d’octubre del 2009

de amore (parte I)

Pero esa expresión, locamente enamorado, está tan manida, es tan ambigua y tan indefinida, que no me dice nada. Lo mismo se aplica a sentimientos nacidos a la media hora de haberse conocido, que a un cariño fuerte y verdadero”.

J. A.

A menudo, cuando discuto algún tema con una especial carga subjetiva, como puede ser la política, la religión o como no, los sentimientos, me encuentro que la conversación sólo se puede sostener si tratamos la cuestión desde un punto de vista teórico y nos alejamos todo lo posible de las consideraciones más personales.

No soy de las personas que dan su opinión a la ligera, por imposibilidad, timidez o simple pereza.

En la mayoría de las ocasiones dudo que la visión personal, la más instintiva, pueda dar mucho de sí en una discusión. Toda idea es, desde mi punto de vista, respetable y no ha lugar a debate . Nunca he tenido intención de evangelizar a nadie con mi perspectiva.

No obstante, cuando hablamos de algun tema, deberíamos tener en cuenta que las cosas se pueden abordar desde dos enfoques distintos, desde el ideal o desde lo realizable según las circunstancias. Esto puede parecer evidente, pero hay quién no lo sabe o no lo quiere quiere distinguir. Podemos caer en el peligro de tomar una opinión por una idealización teórica, más cercana a la literatura y la filosofía, que a lo que en tal caso se haría. O viceversa. Y uno se convierte a ojos de los otros en un ser artificioso o en un ingenuo.

Una vez aclarado este punto, si es que lo he expuesto inteligiblemente, me siento con las espaldas suficientemente cubiertas para poder hablar de un tema tan escurridizo como son los sentimientos.



Mi profesor de literatura medieval de la universidad comparaba el amor con una crisis (y Denis de Rougemont lo compara con una alergia).

En efecto, en el momento del cataclismo uno recurre instintivamente a la estrategia que le fue bien la última vez, y haciendo un símil con el contexto económico mundial actual, lo que funcionó en la última crisis, en el último enamoramiento, puede no funcionar ahora. Lo jodido del asunto es que uno se encuentra desprovisto de todos sus recursos cuando más los necesitaría y lo único que puede hacer es tirar de remiendos de la última teoría e ir tanteando, que no improvisando, el terreno para salir de tal crisis. No hay clave absoluta. Quién afirme tajantemente tener la solución o es un memo o un mentiroso, y ahora me refiero a cualquier contexto.

Independientemente de que la historia tenga un final feliz o desdichado, ésta requiere de cierta acción. Y no me refiero necesariamente a hechos, pero sí al cambio del sujeto, implícito a su nuevo estado “mental”, pero también a la transformación que hace intencionalmente para salir victorioso de la situación, para conquistar su objetivo. En cristiano, se tiene que espavilar.

Al decidir tomar esto como cierto, poco se entiende la fascinación del imaginario contemporáneo hacia relaciones como la de la desdichada pareja de amantes veroneses. El refranero popular dice de esto, y a propósito de otra famosa pareja, “tonta ella y tonto él”.

Nuestro ideal de amor actual es la mitificación de un calentón adolescente, lo que espero que no sea simptomático. Me pregunto cuanta gente realmente se habrá leído la obra. A mi juicio muy poca, puesto que tanto ensalzan dicha relación. En cuestión de genios literarios creo muy poco en la casualidad, y por algo el señor Shakespeare creó la figura de Rosalinda, de la que Romeo anteriormente había estado tan “locamente enamorado” y de cuya mudable pasión sus amigos se burlan.

Otra de las tibiezas con la que todos nos solemos llenar la boca es con la expresión “amor platónico”, a saber, un sentimiento fatal del que se excluye toda concupiscencia y que es propio de las novelas de caballerías y otras paparruchas por el estilo.

Lejos de criticar esta vulgarización, debemos tener en cuenta el sentido real del término y el secreto que entraña, que no es otro que la frustración de saber que tal sentimiento no es otra cosa que el amor hacia la sombra en la caverna de un concepto que sólo existe en el mundo de las ideas, en los libros, en la literatura.

La idea más elevada del hombre es un invento cultural. Y por si esto fuera poco decepcionante, la trascendecia amorosa que el ser humano busca, la totalización con su objeto amado, sólo se encuentra en la muerte puesto que de ninguna otra manera dos entidades, dos personas, pueden unirse completamente.

Pero esta es sólo la visión más estricta que en el “amour courtois” seguirían, utilizando el lenguaje propio del momento, unos cuantos “perfectos” y que se refleja de manera mucho más fiel en las “cansons” trovadorescas que en los “romans”.

La novela quizá requería de más juego, y es por eso que en ella, los “iniciados” plasmaron no sólo el conflicto de convivir con tal sentimiento, sino algunos posibles apaños para trampear la penosa situación.

(...)

dijous, 8 d’octubre del 2009

tango in the night (y sigue...): you can't disguise...





















El título no miente. “Mystified” te sumerge en la atmósfera ya representativa de todo el álbum, etérea, colorista, delicada y chorreante de composiciones pentatónicas.

Este es un track muy a la McVie: melodía estructurada, dulce, entrañable y con un mensaje esperanzador, como todas sus canciones de “Tango In the Night”, seguramente gracias a la relación que mantenía entonces con el músico Eddy Quintela, un remanso de cordura después de sus idas y venidas con Dennis Wilson (Beach Boys), que había muerto hacía unos pocos años, y para el que compuso en su momento “Hold Me” (Mirage, 1982).

Mystified” también cuenta con la colaboración de Lindsey Buckingham, que co-escribió el tema. Y esto se nota en algunos giros de la melodía, como el bridge que enlaza las diferentes estrofas, sin dejar de recordar su presencia vocal en el estribillo (mystified, mystified).


Pero después del vuelo, es necesario tocar con los pies en la tierra. Aquí es cuando viene uno de los sencillos más canturreados del grupo: “Little Lies”. Con su característica intro de “Solina”, esta canción es un must de las emisoras nostálgicas. Otra típica canción Christine McVie: catchy, pop y sencilla, pero sólo en apariencia. Corren por la red algunas recopilaciones de maquetas y tracks usados en la producción de “Tango In The Night” entre el 85 y 86 en los que uno asiste a la construcción de la canción, y con este ejemplo uno se hace a la idea del proceso musical del álbum. Por ejemplo, existe una toma (con su nostálgico ruidito de bobinas analógicas incluido) de la parte de guitarra, casi imperceptible en la versión final, pero que sienta los cimientos de todo el tema. Otro track interesante es una demo en la que el estribillo de “Tell me lies, tell me sweet little lies” deja espacio a la instrumentación y se obvia a Buckingham y Nicks en los coros de la versión definitiva (tell me lies,tell me, tell me lies…) y además la repetición del estribillo se substituye por “you can try, you can try to disguise”, que al final se convertiría en el conocido “Oh no, no, you can’t disguise”. Las demos no cuentan con Nicks, ya que en el momento de la composición del disco estaba en Betty Ford quitándose de la cocaína (parece que el hecho de descubrir que tenía un agujero como un dedo en el septo la hizo decidirse, por fin). Sus voces fueron añadidas casi en el momento de la postproducción. Siempre me ha parecido que “Little Lies” tiene un gustillo así country, pero no os podría decir que fue antes, si mi opinión o ver el vídeo en el que salen vestidos de granjeros en una finca rural. De pequeña estaba fascinada con ese clip. Quizá porque me preguntaba quién era ese tío tan guapo de piel tersa y tostadita e intimidantes ojos azules, o porque Christine McVie y Stevie Nicks me recordaban a mis tías gemelas Mari y Mati, con el pelo rubio permanentando y bufado, el flequillo, y esos ojos generosos de sombras.

Otro detalle a comentar del vídeo es el tono melancólico de atardecer en el campo que lo impregna todo: las caras largas de los miembros del grupo, la no interacción de algunos miembros, que en ningún momento salen todos juntos, y el montaje, que prima mucho la figura de Buckingham, que aparece como solitario, triste, quizá más que el resto, en horas bajas previas a su polémica (y dramática casi a lo “Brontë”) marcha de Fleetwood Mac.

No obstante, no soy la única que se preguntaba qué era antes, si el huevo o la gallina. En entrevistas posteriores a la fuga de Buckingham (un día lo explicaré con detalles, y citas de sus protagonistas, porque es tema de tesis doctoral) Chris McVie señala el encaje perfecto entre el tema de "Little Lies" y el final del line-up clásico del grupo, y cómo podían oler la espantada del guitarrista. El ambiente general del video también parece reforzar este hecho, pero son cosas que pasan, no sólo en el peculiar mundo de la música, como cuando uno abre un libro que parece haber sido escrito para reafirmar nuestra situación personal.

Bye bye Lindsey!


dimarts, 1 de setembre del 2009

don't turn away



Para los amigos de siempre y los que escogieron otro camino. Para mi amiga Montse, aunque la tenga algo dejada, con especial cariño ;)



"Two friends, with such a love to give, I don't know where you are, what your going through
-now-
what are we trying to prove?" Thomas Dolby-Don't turn away.







Sólo faltaban unos días para el verano, y la noche, con una chaqueta fina, era de lo más agradable. Estábamos nosotros sentados en una terraza del centro del pueblo, con nuestras cervezas, con nuestro piti, tan tranquilitos, contando los últimos cotilleos, cuando las caras de mis amigos, sentados enfrente de mí, se tornaron sombrías. Las risas se apagaron, como si hubieran visto de repente un fantasma o una tía espectacular correteando por delante del Casino. Las dos cosas. Mi amiga Montse se revolvió nerviosa en el asiento y le metió un largo trago al vaso, mirándome. Albert, sentado enfrente, se incorporó y saludó con la cabeza a una presencia que empezaba a notar detrás de mi espalda. Me giré y allí estaba nuestro antiguo amigo David, con una chica en la mano, que nos miraba sin ninguna expresión. No se honró a darnos ningún beso a nadie, con lo que pensamos que su aparición sería un hola y adiós, a lo que nos hemos habituado con el tiempo. David sonreía triunfante, oculto en sus gafas Rayban en plena noche, seguro de su atuendo moderno y estilizado. La vacilante novia, dos pasos más atrás que él, nos inspeccionaba con curiosidad, como uno miraría una panda de hippies en un local de moda. Nadie se sentía cómodo, y menos mi amiga Montse, eterna enamorada del susodicho, que apenas levantaba los ojos de su vaso. Apenas podía ver la ideal pareja detrás de mí sin parecer descarada, así que volví a mi bocadillo grasiento de chistorra que mordía furtivamente, desgarrando el pan con ansia. Hubo un revuelo de sillas y de ofrecimientos protocolarios, y en un decir amén, me encontré con una espesa melena castaña a tocar de mi hombro, y con la sonrisa estirada de David en mi diagonal derecha. Podía notar el nerviosismo de Montse al otro lado, que cogía las patatas fritas con la mano abierta, y las devoraba sin piedad, no sin antes maltratarlas un poco entre sus dedos. A menudo le digo que hizo mal en dejar el tabaco.

David fascinaba a mis amigos con sus vulgares tretas de triunfador inseguro; sus historias sobre la noche de Barcelona y sus devaneos con grupos alternativos, la cocaína y las drogas de diseño acaparaba toda la atención de la mesa. Hablaba excesivamente alto, y restaba importancia a algunos de sus logros profesionales con la misma vehemencia con la que exhibía sus aventurillas. Su novia, mientras tanto, sonreía y acataba todo lo que él decía con una sonrisa devota, pero apenas hablaba. Tenía una voz aguda y un poco nasal, pero fácil de olvidar, ni siquiera destacaba por cómica. La compañía me estaba poniendo frenética, y como me suele suceder en estos casos, mis nervios eran proporcionalmente iguales a la calma y el desinterés que mostraba, concentrada en mi bocadillo y en una esporádica conversación alternativa con Montse, que atacaba el paquete de tabaco de Joan, demasiado alucinado como para darse cuenta del robo. En esos eternos cinco minutos, David me lanzó alguna mirada esperanzada de vez en cuando, que se topaba con mi nuca o mis cejas alzadas. Los lances visuales se encarnecieron y empezó a pellizcarme con algún comentario referido a mi profesión o a mis gustos, que camuflaba perfectamente en la conversación general para ignorancia del resto, que poco a poco fue abandonando su atención.
Montse mientras tanto se hundía cada vez más en la silla. Miraba a la susodicha, como la bautizamos más tarde, tan delgada y alta, con sus shorts tejanos y su blusa roja, todo ello rematado con un pequeño bolso de piel negra. Sabía lo que pensaba Montse: que la novia de David tenía un aire a aquellas cantantes con voz defecativa que tanto le gustan, esas chicas monas con vestiditos minis vaporosos, que escriben canciones livianas y aburridas, guitarra en mano, y que llenan escenarios alternativos con sus diarreas pretenciosamente naives, lo que intrínsecamente es una contradicción. Recordé en ese momento cuanto me había insistido Montse para ir a una de esas actuaciones y cuantas veces le dije que no, que ese rollo me hastiaba. Mi amiga es una tía guapísima, con su pelo rubio y sus ojazos verdes, muy inteligente y leída, pero tiene un gusto pésimo para la música. Fue por este flanco por donde atacó David. Sentí como se giraba y como desbordaba todo el tronco encima de su sorprendida novia, para arrojar su pregunta hacia mí, que excusó con una referencia general:
-¿Vais a ir al concierto de tal?-dijo como si tal cosa.
Con toda normalidad contesté por las dos, puesto que conocía su verdadera intención. Hizo algún comentario descafeinado y siguió con su sudada estrategia. La novia se encontraba atrapada entre él y la silla, casi inmóvil, atenta con sus enormes y vacios ojos, que se movían de Montse a mí con el desconcierto de una ternera que no sabe que acaba de entrar en el matadero.
-¿Y cómo te va el curro?
Lancé un suspiro.
-Muy bien, la verdad, ya sabes, de arriba abajo, a mi me apasiona, ya me conoces-y añadí esto último con toda maldad.
David se sintió obligado a dar una explicación de un comentario al que la florecilla de su novia no había ni reparado.
-Ésta y yo somos viejos amigos. Des de la infancia. Teníamos cinco o seis años y ya nos tirábamos piedras en el descampado. Nos disfrazábamos de piratas e íbamos a buscar un tesoro, nos inventábamos mil historias.
-Luego –dije retomando el discurso con una falsa empatía-él se venía a comer a casa y veíamos películas de Disney por la tarde.
Evitaba mirarle a él, y en la expresión de la chica podía ver su complacencia de que la amiga de su novio fuera tan atenta con ella. Pero David conocía el dardo, y cuando había mencionado el episodio de las tardes en mi casa su mirada se había oscurecido. Podía ver como discurría por su mente el estrecho y marginal edificio donde vivía de crío con sus padres, que le ignoraban y le dejaban suelto todo el día por el barrio a su suerte hasta que se hizo mi inseparable amigo.
Aquello era un reproche por su cambio, del chico sencillo de la puerta de enfrente a criatura cosmopolita e irritante. David miraba de reojo a todo el grupo de amigos. Admiraba y envidiaba por igual ese ambiente, esos chicos y chicas de familias del pequeño comercio del pueblo, funcionarios o de profesiones liberales, gente con apellido y relaciones, lo que se llamaba “de tota la vida”. Recuerdo cuando se los presenté la primera vez. Teníamos catorce años, y mientras nosotros caminábamos despreocupados por el centro del pueblo, David flotaba con su helado en la mano, mirando a todos lados, alucinado de ver todas las amistades que se paraban por la calle, conocidos de los diferentes barrios, de los equipos de deporte donde jugaban mis amigos, de los grupos de baile y de pintura. Este último detalle le marcó. David pintaba muy bien, aunque era autodidacta. Todavía tengo colgado en mi habitación un cuadro suyo de un paisaje: la silueta de la ciudad cortada por el campo y Montserrat al fondo. Es precioso y tiene unos colores increíbles “de atardecer solitario” como él dijo. Ésa fue de las pocas pinturas que logró completar. Obsesivo con las cosas que le gustan, se precipitaba tan enérgicamente que la pasión le duraba muy poco.
A cada encontronazo de la noche, David retomaba una pequeña conversación con alguno de mis amigos, aunque de vez en cuando me retaba con sus enormes ojos azules. Estaba atento a la charla que tenía con su novia.
La chica cayó en la evidencia y oímos un vacilante murmullo nasal.
-¡Ah! Esta es tu amiga, la pelirroja, claro. ¿O sea que tú eres la famosa Sara?
Confiada por el gran descubrimiento, se arrancó a hablar conmigo, muy bajito, con su voz gangosa.
Le contestábamos con neutralidad, porque hasta a mí me parecía que me hubiera pasado al decir que su estimado novio y amor nunca nos había dicho una palabra de ella.
La despechada Montse ya se las había ingeniado para saber de Carla, que es como se llamaba, ya que tenía una amiga que había ido con la mona al bachillerato, de pago, por allí abajo en Sant Gervasi. Nuestra chica alternativa era toda una niña de papá, que hacía cuatro días escuchaba La Oreja de Van Gogh y Fito como el resto de sus mortales compañeros de clase antes de hacerse guay. Tenía tan terrible acento de Barcelona al hablar que nuestro catalán, muy estándar, parecía del mismo Vic.
Nos miraba con una cierta indulgencia, a aquel grupo de raros vestidos con pantalones cortos y mallas, camisetas y con espardenyas de vetas después de venir de ensayar tremenda fricada pueblerina para una fiesta mayor sectaria. Era fácil adivinar su opinión callada, que no era otra que la de David, que un día, ya mayor de edad, descubrió Barcelona y se volvió loco. La manía le llegó tarde: cuando él iba nosotros ya hacía tiempo que habíamos vuelto de allí y sabíamos que lo bueno si es breve, dos veces bueno.
David perdía la paciencia a cada frase mía. Abría exageradamente las fosas nasales y el pecho se le hinchaba como el de un gallo apunto para la pelea. Nadie le había preguntado qué hacía en el pueblo, cuando ni siquiera vivía ya allí, sino en el Raval, con un primo suyo mucho más mayor, que era un porrero de pro.
Ajeno a la batalla dialéctica, Albert se atrevió con la cuestión, que David contestó en una ráfaga, como si fueran las tablas de multiplicar.
-Estoy aquí porque he vuelto al pueblo. Mi primo se ha mudado a Can Fatjó y me he venido con él para que no esté solo.
Me mordí la lengua pero se me escapó un chasquido.
-Muy bien, el Dani te quiere mucho, estará contento de tener un primo tan bueno como tú.
Hasta yo me asusté del tono sarcástico de mis palabras, así que añadí algo para intentar, al menos, retrasar la tormenta.
-No todo el mundo dejaría Barcelona para venirse aquí, no es lo mismo claro, y tú estás acostumbrado a todo aquello y tienes allí el curro…
David puntualizó.
-Trabajo en l’Hospitalet, Sara.
Puse los ojos en blanco.
-Sí, pero tienes allí a tu novia-dije mirándola toda amorosa- no sé, es una decisión muy dura.
David suavizó el tema con un par de formalidades y una cursilada de novela romántica barata que remató con un cándido beso a su novia.
De reojo, vi a Montse cogerse otro cigarro. A veces la despreciaba, tan débil, tan poco maliciosa, tan manejable que no se daba cuenta de que David no estaba enamorado de esa chica, aunque no tenía ninguna duda de que la quería y mucho. Pero no estaba enamorado. Yo le había aguantado todos sus romances anteriores y conocía la cara de gilipollas que solía poner. A los dieciséis años tenía una novieta que trabajaba en una peluquería en la otra punta del pueblo y la iba a buscar cada día andando, lloviera o granizara. No podía estar enamorado sin decirlo a los cuatro vientos, sin exhibirse con su pareja constantemente, sin follársela casi cada día. Pero a él le fascinaba este nuevo ambiente que representaba su novia. Lo exprimiría y devoraría hasta mimetizarse en él, y cuando lo hubiera conseguido, tiraría a un lado su presa en pos de una más grande. Nos encontrábamos como dos antiguos colegas de fechorías que ahora jugaban en bandos contrarios y que se vigilan silenciosos porque saben las estrategias del otro.
La chica me miraba con sus grandes ojos de vaca, alegre de haber congeniado con una amiga de su novio. Yo le devolvía la farsa, desplegando todas mis astucias para utilizarla de arma arrojadiza contra David. Carla hacía esfuerzos para recordar lo que le había dicho su novio de mí, y centraba la conversación en mis gustos para agradarme.
-Yo toco la guitarra, ¿tú tocas el piano, verdad?
-Sí, no demasiado bien, pero sí-y empezó a enumerar la lista de cantautoras pánfilas que le gustaban, como sacadas directamente de moñalandia.
-No los conozco-mentí. Soy un poco atrasada en esas cosas.
David lanzó de nuevo su pecho hacia delante.
-Para nada, lo que pasa que Sara es muy educada, pero detesta esos grupos, creen que son muy blandengues. She likes hard rock.
El acento de David me hizo reír muchísimo, porque recordé un día en que habíamos pillado una borrachera tremenda con una botella de anís y nos había dado por hablar en inglés. David se reía también y nadie entendía nada. Su novia falseó una sonrisa estupefacta.
David le pasó el brazo por los hombros y se empezó a burlar de ella.
-Mi pequeña Belinda Carlisle.
Eso fue la guinda del pastel, porque detestábamos a Belinda Carlisle y otro día, igualmente borrachos, habíamos estado cantando “Heaven is a Place On Earth” mientras correteábamos calle abajo de la mano, hasta que David se comió una pared. Ponía voz de falsete y se movía de manera exageradamente afeminada.
Me dolía la barriga de tanto reírme. David le contaba a su novia grandes patrañas, que éramos grandes fanes de la Carlisle, y que yo incluso había grabado una cinta con sus versiones.
Durante el resto de la noche, David, visiblemente entusiasmado, se dedicó a explicar nuestras historias, que caían como un jarro de agua fría sobre su novia, y que para Montse y para mí fue una gran rememoración de nuestros viejos tiempos. Los ojos de mi amiga brillaban con esperanza, al comprobar que David se acordaba a menudo de ella. Yo enseguida me uní a la loca verborrea de mi antiguo amigo, que se reía, gesticulaba y se llevaba las manos a la cabeza intentando recordar. Carla miraba a uno y otro lado de la mesa como si viera un partido de ping-pong, mientras nuestras manos y brazos se cogían enfrente de su cara parando un comentario del otro, añadiendo un detalle a la explicación o dándonos fuerzas para aguantar la risa. David incluso se levantó un par de veces para escenificar algunas situaciones o imitar a algún antiguo vecino nuestro. En unos segundos pasaba de ser el chico artificiosamente moderno a la señora Conchi con cojera incluida o la Sabri, la quillaca que vivía en el segundo primera de su edificio.
La novia empezó a impacientarse, y le recordó que ella al día siguiente tenía que madrugar. David le respondía que él también, y que todos nosotros currábamos al día siguiente, como si la menospreciara por seguir todavía en la universidad a sus veinticinco años. Para rematarlo, hizo especial referencia a mí, que me tenía incluso que poner un traje de chaqueta para ir a la oficina, en la otra punta, a Sabadell, porque tenía un trabajo muy importante, lo cual no era cierto. Mis amigos, algunos de los cuales empezaban a oler el asunto, la calmaban diciendo que un día era un día, y que se tomara otra cerveza, que la invitábamos. Albert, que siempre ha sido el descarado del grupo, la distraía diciéndole que se viniera a la fiesta mayor, que se lo iba a pasar muy bien. Ella declinaba con cara de asco; en cuanto acabara el curso se iba a su casa de Calella hasta agosto. Le iba a preguntar que el curso de cuál de las tres carreras que había empezado, pero pensé que mejor que la fiesta acabara en paz.
David cedió un poco, y anunció que se irían en seguida. Lo hizo unas cuatro veces, porque cada vez que se levantaba de la silla, se volvía a sentar, repentinamente alumbrado por algún comentario urgente, como el paradero de una antigua novia, o los amoríos de uno de nuestros amigos del barrio. Carla, que ya se había levantado, estaba de pie como un pasmarote, y miraba la silla, como si no supiera si sentarse o quedarse allí de brazos cruzados. Finalmente David se incorporó y nos fue a despedir a todos. A Montse le dio más besos que a nadie y la abrazó.
Cuando llegó a mí empezó a vacilar. Tenía los ojos muy abiertos y no pestañeaba. Me dijo algunas formalidades para despedirse, que se lo había pasado muy bien y que me llamaría. En su estilo, se arrojó sobre mí y me dio un enorme beso en la cabeza. Iba un poco bebido porque se tambaleaba ligeramente. De repente, su argumento de cambio de domicilio se derrumbaba. Y yo había sido tan tonta de creerme que se había mudado para estar con su primo.
-Ya estoy aquí. He vuelto. Nos veremos en la plaza, como antes.
Nuestro punto de encuentro ya no existía, hacía años que lo habían substituido por un bloque de pisos, pero era su manera de decir que nos había echado un poco de menos.

dilluns, 31 d’agost del 2009

the book of love will open up and let us in




La visió de Barcelona de nit sona a alguna cosa així...





dimecres, 26 d’agost del 2009

again and again, over and over







And he never did say no to you, did he?
He said, "See ya!"

Mirror, mirror. Demo version (1984).

dimarts, 25 d’agost del 2009

don't you (forget about me)

“We're all pretty bizarre. Some of us are just better at hiding it, that's all”.


Andrew Clark (Emilio Estévez). The Breakfast Club, 1985.








Los ochenta marcaron un antes y un después de la manera de hacer cine. Crearon estándares y pulieron la estructura de lo que denominamos hoy la típica película made in Hollywood.
Entre sus aportaciones, cabe destacar el nuevo ritmo que se impuso en los films. La aparición de la MTV no sólo revolucionó la forma de entender el merchandising musical, sino que influenció considerablemente la forma de montar los largometrajes, más rápidos, al son de alguna canción pegadiza que vendería la banda sonora y a la vez, la película.


Esta nueva tendencia se puede observar claramente en títulos como “Flashdance”, recordada sobre todo por las escenas musicales, como la secuencia donde Jennifer Beals baila “He’s a dream” de Shandi, con ducha incluida, o la escena final en que coreografía “What a feeling” de Irene Cara. Ningún género se escapaba ya de los tentáculos del canal musical: en “Top Gun”, los cazas rompen el cielo con música de Kenny Loggins.


Estructura típica: érase una vez un chico/chica con talento, que oculta algún trauma familiar o afectivo que le impide alcanzar su sueño. Una inyección de confianza y un poco de suerte le permiten al final, cumplir su misión con éxito. Sin embargo, durante el film, e intentaré no ponerme demasiado progre, el espectador se traga “Sí, Bwana”, todos los tópicos del American way of life.

La papilla, aunque con diferentes sabores según el caso, se compone con la legítima búsqueda de la propia identidad y del lugar en el mundo, que culmina con la realización del sueño norteamericano (por algo, la constitución del país reconoce el derecho de todos sus ciudadanos a buscar la felicidad). El avión presenta todas las piruetas tópicas: una exhibición de los deportes típicos (futbol, basketball, baseball…), fritangas como patatas y hamburguesas, los bares oscuros y de luz verdosa donde se bebe Budweiser y Jack Daniel’s, las citas perfectas que acaban con un casto beso de buenas noches, y los coches rápidos y caros, a poder ser rojos y deportivos, sin olvidar alguna escena lacrimógena donde se cuele como si tal cosa la bandera con sus barritas y sus estrellitas.


Muchos de estos títulos llevan la rúbrica de Jerry Bruckheimer y Don Simpson, que producirían películas como “Mentes Peligrosas”, “La Roca”, “Con Air”, “Pearl Harbor”, “Armageddon” o la anteriormente mencionada “Flashdance”.( No debemos olvidar que una de las citas más célebres de Simpson era: "We have no obligation to make history. We have no obligation to make art. We have no obligation to make a statement. Our obligation is to make money”).


Pero en el mundo del éxito, también habría un espacio para los inadaptados, los señalados, los parias. Porque lo alternativo, callándolas, genera muchas veces más dólares que lo vulgar.


Hace unas semanas, Hollywood despedía al director y productor John Hughes (1950), que moría repentinamente de un ataque al corazón en plena calle.
La carrera de Hughes despegó en los ochenta con cintas como “Sixteen Candles”, “ National Lampoon’s Vacation” (cuya banda sonora incluye la maravillosa “Holiday Road” de Lindsey Buckingham) o “Some Kind of Wonderful” (con Mary Stuart Masterson y Lea Thompson), la mayoría centradas en el ambiente de los institutos, y dirigidas a un público adolescente, que en esa época despuntaba como uno de los mercados más provechosos económicamente por el aumento de su poder adquisitivo, que derrochaba en cine, VHS, vinilos, arcades, Clearasil, laca y hombreras (el teléfono, fijo, lo pagaban los padres).


Pero sobretodo, Hughes será recordado por la cinta de culto “The Breakfast Club”, traducida al castellano como “El club de los cinco”. El film demuestra que no hace falta ni efectos especiales ni escenas frenéticas para conseguir una buena película, ni siquiera una historia emocionante, sólo un buen guión. Y es que, el noventa por ciento de las secuencias tienen lugar en una biblioteca, donde los cinco castigados, representantes cada uno de un tópico del universo social de los institutos, se enfrentan a sus propios prejuicios y miedos, como el temor al futuro, al ser excluido o a decepcionar a los padres. La película enfrenta cara a cara a los adolescentes triunfadores como el deportista o la reina del baile, con los marginados: el empollón, la rara o el gamberro. La fórmula no era nueva (y podemos recordar “Rebelde sin causa”), pero evolucionaba a un producto más fresco y menos dramático.


The Breakfast Club, 1985

Para ello, Hughes confió en jóvenes actores como Emilio Estévez (hermano de Charlie Sheen e hijo de Martin Sheen), Molly Ringwald (que ya había aparecido en “Sixteen Candles”, al igual que Anthony Michael Hall, otro de los personajes de la película), Judd Nelson o Ally Sheedy. Estos actores y este nuevo sub-género sería bautizado con el nombre “Brat Pack”, y ocasionalmente saldría del mundo del instituto para mostrar el de la universidad, como la cinta “St. Elmo’s Fire”, en la que también aparece una jovencísima Demi Moore. En el cesto del Brat Pack, ocasionalmente se incluyen figuras que más tarde se despegarían de la etiqueta debido a su éxito, como Tom Cruise. No así muchos de los actores citados anteriormente, o Andrew McCarthy, protagonista de “Mannequin”, título a destacar por la participación de Kim Cattral (la Samantha de “Sexo en Nueva York”) o la canción de la banda sonora “Nothing’s Gonna Stop Us Now” de Starship, lo que quedaba del legendario grupo Jefferson Airplane (lo cual es sintomático: de Woodstock a sintetizadores y películas comerciales anunciadas en neón).


Y es que la música, como hemos dicho antes, era otro de los ingredientes básicos de la receta película made in the 80’s, y también, del Brat Pack. “The Breakfast Club” incluía uno de los grandes clásicos de la década, “Don’ t you (forget about me)”, canción interpretada por Simple Minds.


No importa que no hayamos visto ninguna de estas películas, porque están presentes en todas las producciones dirigidas a adolescentes, y explica, en gran parte, el auge de series norteamericanas a finales de los ochenta y principios de los noventa centradas en institutos (“Salvados por la campana” o “Sensación de Vivir”). El tópico simpático de Hughes, se convirtió, con el uso, en una caricatura que, aunque conservaba los trazos del dibujo, había perdido la esencia del personaje. De hecho, durante los noventa, el director y productor se distanció de ese tipo de películas y se centró en el público infantil, siendo responsable de títulos como “Sólo en casa” o “Daniel el Travieso”.

Aún y las críticas que recibió en su momento el Brat Pack (todos los protagonistas eran blancos y pertenecían a la clase media) y la deformación que sufrió en los años posteriores, lo cierto es las primeras introspecciones en el género descubren que se puede evolucionar y cambiar, como que la marimacho de la clase puede salir con el chico sensible y culto, que la popular logra liberarse del machismo de su guapo y prepotente novio, que el descubrimiento de un tesoro hace que unos niños no tengan que abandonar sus casas en pos de la construcción de un campo de golf o que el gamberro puede sacarse una carrera.

Y es que para Hughes, todos, los agraciados y los feos; los exitosos y los desesperados; los tontos y los listos tienen algo en común: unos mismos problemas e inquietudes que finalmente, unen a todos en pos de la búsqueda de una solución. Hughes les creo (y nos creó) un escenario para poder soñar juntos, dentro y fuera de la pantalla.




Gracias John por esos preciosos recuerdos de infancia. Y parafraseando a Simple Minds: “We won’t (forget about you)”.

dimecres, 5 d’agost del 2009

ultra

"Love needs its martyrs, needs its sacrifices. They live for your beauty
and pay for their vices"



Oh the tears that you weep
For the poor tortured souls
Who fall at your feet
With their love begging bowls

All the clerks and the tailors
The sharks and the sailors
All good at their trades, but
They'll always be failures

Alms for the poor
For the wretched desciples
And the love that they swore
With their hearts on the bible

Beseeching the honor
To sit at your table
And feast on your holiness
As long as they're able

Love needs its martyrs
Needs its sacrifices
They live for your beauty
And pay for their vices

Love will be the death of
My lonely soul brothers
But their spirit shall live on in
The hearts of all lovers

Your holding court
With your lips and your smile
Your body's a halo
Their minds are on trial

Sure as adam is eve
Sure as jonah turned whaler
They're crooked love thieves
And you are their jailor

Love needs its martyrs
Needs its sacrifices
They live for your beauty
And pay for their vices

Love will be the death of
My lonely soul brothers
But their spirit shall live on in
The hearts of all others

Love will be the death of
My lonely soul brothers
But their spirit shall live on in
The hearts of all others


martin gore-the love thieves (ultra, 1997)

http://www.youtube.com/watch?v=C_bTlPZfu04

dimarts, 28 de juliol del 2009

show me the money

Donna Summer és sempre una bona opció pels matins. Un te desvetllador no té ni la meitat d'efecte sinó va acompanyat d'una cançó que t'imprimeixi un cert autoengany dinàmic.

http://www.youtube.com/watch?v=7SEemSyuUJU

Pot ser que ella parli d'un altre tipus de feina, però a la fi, "we all work for the money". You better treat us right (un bon dia tampoc sobra).

Però la realitat, materialista i pràctica, no és necessariàment incompatible amb el sentimentalisme professional.
L'autosuperació i l'idealisme poden semblar una càrrega molt pesada, però són suficientment absorvents com per a no pensar en una casa buida.

El cafè del matí enganya el cos. Enganyem les ments. Però no amb Donna Summer.

http://vids.myspace.com/index.cfm?fuseaction=vids.individual&videoid=5142875

(Més coses sobre aquesta peça, a l'entrada del 2 de juny)


"Some people walk down the darkened streets with the faith of a child and so go the faithless"
(Stevie Nicks, No Spoken Word)

diumenge, 26 de juliol del 2009

agosto, agosto

El verano es estresante. Muy estresante. Es aquella época que deberías aprovechar para hacer las cosas que no haces durante el curso, que son muchas. Este año, no obstante, como auto-regalo por la licenciatura, hago vacaciones en agosto.

Ayer, en nuestras tradicionales cenas santcugatencas, éramos ya cuatro licenciados. Dos periodistas, una bióloga, un traductor y próximamente también habrá una psicóloga. Más tarde o más temprano habrá una doctora y una farmacéutica. Ánimos. Admiro terriblemente a la gente que estudia cosas de ciencias, leyes o economía. Las últimas las he probado en la carrera, y Déu me'n guard. Todavía tengo pesadillas con esos dossieres inacabables de sentencias judiciales y sus ATESOS. De economía es que ni me acuerdo. Cuando ví el cinco pelado, di gracias a la virgencita del Carmen y borré toda la vomitona.


El tema carreras tiene su qué. Cambiando de grupo de amigos, en nuestros tradicionales encuentros dominicales en el Saint Patrick's (al que nos hemos encomendado muchas veces) nunca falta la discusión especializada. Tenemos dos futuras publicistas-relaciones públicas, una historiadora del arte (rubinenc), un futuro doctor, pedagogo, técnico de sonido, arquitecto, diseñadora de moda, periodista local...

Contamos con la seguridad de que, dentro de unos años, nos ahorraremos unas pelas, al menos en el caso de la asistencia médica y el diseño arquitectónico. Es la colla de tota la vida, la que sale en nuestros álbumes infantiles de la escuela de música (yo soy la que llevo los vestidos más cursis, inconfundible). En este grupito se materializa el fenómeno “pueblo” que es Rubí (y que siga siendo así siempre, por favor). Resulta que tu conoces a alguien (por ejemplo, a una amiga, en un viaje a Irlanda) y luego descubres que iba al colegio con todos tus otros amigos, y, que además, sus padres conocen a los tuyos porque eran de la colla cuando eran jóvenes. Apaga y vámonos.

Ahora, en agosto, nos encontramos en fase de preparar alguna fiesta temática, que es un clásico nuestro: fiesta cutre (la hacemos para Eurovisión), fiesta árabe, fiesta mexicana, fiesta ibicenca, fiesta ochentera...circulan por ahí algunas fotos matadoras, de esas que te dejan soltera de por vida.

La amistad no cierra por vacaciones.


Agosto no ha empezado (¡qué felicidad de mes por Dios, que feliz voy a ser!) y ya hay una larga lista de “must”. Ayer en la cena quedó bien claro que algunas estaremos por aquí, y sin PLAN a la vista. Lloraremos la una con la otra y tendremos los ojos abiertos cuando vayamos por la calle. Ni así funcionará. Espero no quedame sola en el fenómeno de la amnesia histérica,. Es aquello que pasa cuando tienes “algo” que te pone nerviosa cerca y sólo escupes tonterías de tu boca. No haces las preguntas que deberías hacer (y siempre tienes mil preguntas sobre lo que te interesa) , te quedas sin discurso (joder pero ¿porqué le has dicho esa gilipollez?), no pillas ni indirectas (¡no parezcas indiferente! ¡no te pongas a la defensiva!) ni ves el anzuelo ...lo ves pero cuando llegas a casa. Y te anotas mentalmente: el próximo día le dices tal y pasqual. Y te vuelves a olvidar. Tenía un profe en el instituto que siempre decía que muchas veces estudiamos lo que peor se nos da. Hasta ahora sólo he resuelto ocultar la vergüenza detrás de mi verborrea vacía y comentarios graciosos. ¿Un paso?

¡Es totalmente contraproducente! Un desastre.


Como consuelo, siempre te quedan las cosas que debes hacer personalmente. Como una terrible pila de libros que tengo en casa, como unos veinte, que me tendría que empezar a leer. O algunas composiciones pendientes que vas haciendo a trozos y que siempre son mejorables. Un día escribes una cosa que te parece muy buena y al otro te la relees y te darías de golpes contra la pared. ¿Esta mierda la he escrito yo? ¡Vaya cursilada! O ¡Se te ha ido, no puedes ser tan explícita!


Creo que he escuchado demasiadas veces esta canción (everything you do is sexing me...y se quedaron agusto con el título) durante la semana (es una canción matadora...¿cómo pueden cantar taaaaan agudo?)


http://vids.myspace.com/index.cfm?fuseaction=vids.individual&VideoID=9287535


Hablando de música. El fin de semana pasado The Ledge (mi queridísimo foro sobre mi adoradísimo grupo favorito) me trajo una muy grata sorpresa musical. Una deconstrucción de la canción Seven Wonders.


http://pitchfork.com/reviews/tracks/11365-goth-star/


Al principio suena tan caótico como cuando el maldito emulador del DX7 se cuelga, o el Nuendo se satura. Después va pillando algo de forma, y entre el caos surgen retazos de la canción. Se produce un extraño fenómeno musical y cerebral. Tu mente, tu organizada mente, que ante todo, en su sensibilidad musical, busca el orden y la armonía de los sonidos y el ritmo, imagina desesperadamente el equilibrio en el lío que es esta pieza. Cualquier cosa que evoque al orden inicial del track te produce un gran placer auditivo. Ésto es patente desde el minuto 2 al 2.10 de la canción, cuando desaparece la pista rítmica de la remezcla y, desde el fondo, se abre paso el corte de batería original de la canción. ¡Y todo vuelve a su sitio por unos segundos!

Conclusión: cuando acaba la pieza, tu cabeza NECESITA escuchar el Seven Wonders original (Suspiro: ¡Ay, Lindsey Buckingham!)


http://www.dailymotion.com/video/x12fic_fleetwood-mac-seven-wonders_music



Rollo piti post. Quien haya hecho esto, no sólo era MUY consciente de lo que hacía, sinó que le esta haciendo una gran promoción a Fleetwood Mac, y en especial a Nicks y mi querida Sandy Stewart.

(que por cierto, el fenómeno pueblo no sólo se da aquí. Stewart colaboró con Nicks en su álbum “Wild Heart”. La natural de Arizona sale en “Cat Dancers”, que esta producido por Beau Hill. En la preparación de su segundo álbum, que saldría en 1987 bajo el título “Blue Yonder”, Stewart colaboró con Kip Winger. Éste, un par de años más tarde, aparecería en la canción “Everything you do is sexing me” con Fiona Flanagan, que era entonces la mujer de Beau Hill).


Rubí, Hollywood...que más da. Todos los círculos se cierran.


Ánimos a todos para empezar bien la última semana de julio.


diumenge, 19 de juliol del 2009

hasta luego cocodrilo

Después de un mes de angustia académica y a unas pocas horas del cierre de mi expediente académico, el miércoles, cierto profesor tuvo a bien, por fin, ponerme su nota.

Evidentemente, esto no pasó sin que dicha parsimonia atizara aún más mi habitual cabreo (soy muy cascarrabias) al conocer que el examen final de la asignatura era de ESO, o sea, de chiste, y que yo, por prudencia había elegido el que pensaba que era el camino más seguro y fácil: el de escribir el megatrabajo. Como una gilipollas.

Ante la duda abismal de que al profesor no le gustara mi matada personal sobre el dramón Cumbres Borrascosas (hay trabajos que son malos para la salud. Éste me ha deprimido profundamente y me ha hecho aún más pesimista, sobretodo al complementarlo con la lectura de “El amor y Occidente”...una fiesta de alegría y felicidad...qué triste es la trascendencia humana) y me suspendiera, ya había redactado mentalmente las lindezas que le iba a escupir en caso de que en la tabla no hubiera puesto, como mínimo, ese ansiado cinco, y aún más después de la broma del examen final.

El trabajo, bueno, tampoco estaba mal si tenemos en cuenta que le dí los últimos retoques (a ver, el trabajo estaba acabado, pero me entró la obsesión perfeccionista y empecé a leerlo y releerlo y cambiar cosas...)la noche previa a la entrega, con el cerebro trasnochado después de la fiesta mayor y todo lo que ello comporta.

Aunque conseguí acabarlo (a las 9 de la mañana), el día F (final) todavía me exigía ir a la facultad arrastrando para poder entregar el trabajito. El conflicto estaba servido. Aunque para mí áquel era el día F o día PFM (postfiestamayor) o mi último día antes de tener que trabajar en la radio por la mañana durante todo el mes, para el resto del personal era el día G (día de la graduación).

Pero yo tenía la cabeza en otro sitio. Mientras media clase la metía bajo el secador de los rulos, yo la apoyaba sobre mi mano en el tren, la sorprendía al abalanzarse sobre el vidrio en el bus, y, finalmente, la hundía en la almohada. Mmmmmmmmmmmm

Después de cuatro o cinco días sin dormir, y de un mes disfrutando de la soledad de mi habitación, mis libros y mi música, la verdad, lo último que me apetecía era escuchar cuatro horas de cháchara, con lanzamiento de flores incluído entre el personal docente, hacer ver que veía un vestido y no un pastel de boda, o aguantar el egocentrismo paranoide de algunos compañeros que creen que el resto de la gente se ha conchabado para sacarse la carrera antes que ellos...en fin, menos mal que la nota de psicología es baja y entra mucha gente.

Mientras volvía de dejar el trabajo, entre cabezada y cabezada que daba en el tren, se me aparecía la siguiente visión kitsch: servidora con el vestido con el que se graduó su madre en 1982 (era una manera de protestar contra la tontería tan grande de cenas de graduación de 200 euros en las que participaba gente que seis meses antes había apoyado la ocupación y la facultad libremente gestionada pseudo anarquista anticapitalista y había gritado cosas como: “1, 2, 3, 4 vietnams” y “tot el poder als soviets”, perdón, quise decir, “assemblees”. En mi casa no se lo creían, sufrieron una regresión a la adolescencia). Y la niña en el vestido floreado dormía los efectos de la fiesta mayor en la butaca, medio mareada por la pretenciosa mezcla de perfumes baratos.

Aún así...¿Y el resto de la gente? No me gustaría que les sentara mal mi ausencia.

Al ver mi cama, vacía, toda sola, esperándome, lo ví bien claro y recordé lo que me suele decir mi madre: haz siempre lo que te dé la gana. En vez del vestido, me puse la bata y me dejé caer sobre las sábanas.

Antes de dormirme, pensé un momento en esos compañeros queridos. Otra razón por la que no ir eran ellos. ¡Qué manía tiene el mundo de institucionalizar los sentimientos de las personas! Cada vez que voy a una cosa de estas me angustio terriblemente. Siento que me arrinconan con sus vulgares tretas de musiquilla sensiblona, power points lacrimógenos y luz tenue. La presión de ser extrovertido es lo frívolo. Guardar los sentimientos del recuerdo rígido y casi anecdótico de una foto de grupo me parece mucho más noble. Los recuerdos aleatorios son más preciosos que las poses que exige un fotógrafo.




Desde entonces no había vuelto a la universidad, ahora casi desierta. La vista vacía y despejada de la facultad desde la entrada oeste tiene su qué poético al principio, con el olor del encerado del suelo (en la facultad tienen esa manía, no paran de encerar el suelo...luego hay telarañas por todas partes y todo se cae, pero eso sí, el suelo que brille y resbale) y un silencio poco inusitado, a no ser por el zumbido constante de las máquinas de snacks.

Cuando llevas recorrida media facultad y todavía no has visto a nadie, el rollito literario se transforma en una especie de ventana pop-up de estas que te sale en el ordenador, que, con el dedo alzado te dice: oye, mira, esto es como la película aquella de Tesis...si al menos hubiera algún Noriega correteando por ahí, pero nada, chicas...y chicos.

El servicio de copistería...cerrado. Me hubiera gustado ver a la de las fotocopias, y escuchar sus conversaciones con la compañera:

-Porque el muy caraculo me dijo..ui es que no puedo quedar...mira, le dije: oye tío, que si era sólo un polvo, quiero decir, que ya lo pillo...a ver si te piensas que me quiero casar contigo o algo, ¿¿sabes?? El tío...

-Pero que morro tiene el pavo...con todo el rollo ese que se llevaba...

-Mira, que se vaya con su madre...yo me quedo aquí con mi Duque – y le da unos golpecitos a una de las diez fotografías que tiene colgadas de él, en toda variedad de posturas: de niño malo, del rollo ejecutivo, con camiseta, sin camiseta, en calzoncillos...

Una vez que te ha hecho las fotocopias te dice: -Anda, échale el centimillo ese a los chuchos (hay una caja donde recaudan fondos para una perrera).

A la altura de las máquinas te viene un aromilla así floral, un poco cursilón, de la sala donde tienen los carros de la limpeza. Luego te llega el golpe de tufo a mierda. Es un mal crónico de los lavabos de esa parte del pasillo.

La conciencia te tiembla un poquillo cuando pasas por delante del bar, ahora cerrado y a oscuras. No quiero escribir que pasa en esos momentos por tu cabeza, porque tendría que recordarlos y la verdad, me da una gran pereza ponerme sensiblona ahora.

Por fin, en el hall, te cruzas con algun antiguo profesor que huye de su despacho. Aletargado por el terrible calor de la facultad-invernadero, se arrastra hasta la máquina de café. Te reconocen, pero en su mirada se mezclan muchos nombres. ¿Se llamaba Patrícia, Sara, María, Marta?

A medida que subes las escaleras hasta la segunda planta el calor se hace más intenso. Algún listo tuvo la brillante idea de reciclar un diseño nórdico (techos de vidrio) y usarlo en pleno mediterráneo. Resultado: efecto invernadero en verano (el edificio se recalienta), goteras en otoño y primavera (cuando llueve con fuerza parece que se te va a caer el techo encima...una vez, en realidad, se desplomó...a veces las gotas provocan tanto ruido que no se oye casi nada) y frío en invierno (gastazo de calefacción que pagamos todos los contribuyentes).

Cojo un tiquet y espero a que indiquen mi turno en la pantalla (rollo carnicería). Sólo he visto una decena de personas en todo el rato que llevo allí, pero una de ellas es un compañero de clase. Me explica sus planes de cara al año que viene: acabar unas pocas asignaturas y seguir en el rollo local.

Suena un pitido y entro en la sala. Me atiende un chico joven, todavía tiene algo de acné. Encima de su mesa hay un expediente. Cogida con un clip, una foto de carnet. Una cara un poco juguetona sonríe en la foto. Conozco esa mirada de no haber roto nunca un plato. Disimuladamente, y mientras le digo mi DNI al chico para que busque mi expediente, miro el documento. No me hace falta mirar el nombre, pero sigo leyendo. Reconozco los apellidos y la dirección. Era de noche, pero esas cosas tan tontas como las calles siempre se me quedan. Sonrío como una madre magnánima que perdona una travesura...¡vaya personaje!

El chico me extiende un papel bastante simplón pero de gran trascendencia:


Ana Ripoll Aracil, com a Rectora de la Universitat Autònoma de Barcelona.

Certifico que la Sra (¿esa soy yo?) bla bla bla bla bla

Nascuda en bla bla bla nacionalitat bla bla, DNI bla bla bla ha superat en aquesta Universitat, amb data de bla bla els estudis corresponents al títol universitari de Llicenciada bla bla bla.


Miro al chico con decepción.

¿Y esto es todo? Con lo que me ha costao...

No. Ahora te debe “costar”. Mientras me estirpan 170 euros (¡por un diploma con el nombre del rey! Pero si yo soy republicana...) de mi temblorosa targeta de crédito, miro el papelito, que yace al lado del expediente con la foto.

“Y así, acaba todo, con esta compañía...que ironía, que mala leche...hum!”

La foto me sigue mirando. Le echaremos la culpa a su díscolo signo.


Bajo de nuevo las escaleras Justo después de las vidrieras, me viene a la mente el último día de clase en que me tropecé con una mariposa. Casi la piso. Era de color marrón, muy bonita, y revoloteaba por el suelo, chocándose contra el vidrio. Parecía que no podía volar. Sin muchas esperanzas de que consiguiera alzar el vuelo, la conseguí atrapar, de una manera tan fácil que me pareció que se dejaba.

Pasé por delante de mis compañeros, que seguían enfrascados en su propio thriller paranoico y bajé las escaleras hasta el exterior. ¿Cómo haría para que viviera? ¿Y si no podía volar? ¿Y si le había hecho daño al cogerla? Abrí la mano, pero seguía allí. La empujé un poco con el dedo y desplegó las alas. La seguí con la mirada hasta que mi miopía me lo permitió.


Cuando el jueves bajaba por el bosquecito hasta la escuela de postgrado a embarcarme en mi próxima aventura académica, otra mariposa se cruzó en mi camino. Se chocó con mi pelo unas pocas veces. Ésta no era marrón, sino blanca, y siguió su camino alegremente entre los árboles.



Para pasar una buena noche: Nebraska (1982) - Bruce Springsteen.


dimarts, 16 de juny del 2009

that disasterous sound...

Esta es una entrada culpable. Una entrada culpable porque mañana, nada más y nada menos que dentro de ocho horas, tengo que entregar un trabajo clave y todavía no lo tengo terminado. Para más inri pierdo estos preciosos minutos para escribir alguna cosa.
Bueno, tan sólo dejo esta pequeña gran canción de la gran, inconmensurable, Stevie Nicks.
Seguramente contiene alguna de mis citas preferidas. La actuación que hace la GRAN GRAN en Red Rocks es uno de esos momentos históricos del rock, aunque quizá tampoco hacía falta que se hubiera esnifado media selva colombiana. No obstante, es uno de aquellos momentos de drama y barroquismo ochentero que me encantan. Siempre he tenido un cierto gusto por la decadencia.
No sé, es una de aquellas canciones en las que, aunque no te sientas identificada con el personaje, simpatizas profundamente con él, lo excusas, lo interiorizas. Todos hemos dicho alguna vez: "well I play to hard, but still I'm not tough enough".
Aunque la verdad, creo que a mi nunca se me ocurriría ser tan taxativa y decir: "if you tell me one more time, baby take it easy, well you won't see me ever again". Por otro lado, "come around, tonight indecent" es una de esas cosas tan peliculeras que uno siempre fantasea decir con un tono un poco a lo Rhett Buttler.
I was just that old
That August dark, dark day
Swear that you never saw her face
Swear that you never heard her say
No spoken word
No small command
What was it she wanted
They say she had everything
No spoken word
No small command
What was it she wanted
They say she had everything
What shall I do
What shall I say
Should I say
Who...all the things
That I'd like to say to you
No spoken word
No small command
What was it she wanted
They say she had everyting(Let's make a deal here)
Ooh, for one night
Well baby, you fill the night with the wind and the rain and the water
Oh, for one night
Well, just for one night
You know that...well that...
Disasterous sound
Now it will make me wiser
He says, and it will make you look
She says, look out...I don't know how to learn
From the pages of a book
Well I either say too much, or I...I don't say enough
Well I play too hard
Still I'm not tough enough
What was it she wanted
They say she had everything
No spoken word
No small command
What was it she wanted
They said she had everything
Ooh...come around tonight indecent
Well...Ah, ha...come around
Tonight, indecent...baby well,
You fill the room
With the rain and the wind and the water
If you tell me,
One more time
Oh baby, take it easy
Well, you won't see me ever again
Some people walk down that darkened street
With the faith of a child
And so go the faithless
But after awhile, she says...

No spoken word(Let's make a deal here)
No small command
What was it she wanted
They said she had everything(ooh, I don't want to know about it...)