dimarts, 28 de juliol del 2009

show me the money

Donna Summer és sempre una bona opció pels matins. Un te desvetllador no té ni la meitat d'efecte sinó va acompanyat d'una cançó que t'imprimeixi un cert autoengany dinàmic.

http://www.youtube.com/watch?v=7SEemSyuUJU

Pot ser que ella parli d'un altre tipus de feina, però a la fi, "we all work for the money". You better treat us right (un bon dia tampoc sobra).

Però la realitat, materialista i pràctica, no és necessariàment incompatible amb el sentimentalisme professional.
L'autosuperació i l'idealisme poden semblar una càrrega molt pesada, però són suficientment absorvents com per a no pensar en una casa buida.

El cafè del matí enganya el cos. Enganyem les ments. Però no amb Donna Summer.

http://vids.myspace.com/index.cfm?fuseaction=vids.individual&videoid=5142875

(Més coses sobre aquesta peça, a l'entrada del 2 de juny)


"Some people walk down the darkened streets with the faith of a child and so go the faithless"
(Stevie Nicks, No Spoken Word)

diumenge, 26 de juliol del 2009

agosto, agosto

El verano es estresante. Muy estresante. Es aquella época que deberías aprovechar para hacer las cosas que no haces durante el curso, que son muchas. Este año, no obstante, como auto-regalo por la licenciatura, hago vacaciones en agosto.

Ayer, en nuestras tradicionales cenas santcugatencas, éramos ya cuatro licenciados. Dos periodistas, una bióloga, un traductor y próximamente también habrá una psicóloga. Más tarde o más temprano habrá una doctora y una farmacéutica. Ánimos. Admiro terriblemente a la gente que estudia cosas de ciencias, leyes o economía. Las últimas las he probado en la carrera, y Déu me'n guard. Todavía tengo pesadillas con esos dossieres inacabables de sentencias judiciales y sus ATESOS. De economía es que ni me acuerdo. Cuando ví el cinco pelado, di gracias a la virgencita del Carmen y borré toda la vomitona.


El tema carreras tiene su qué. Cambiando de grupo de amigos, en nuestros tradicionales encuentros dominicales en el Saint Patrick's (al que nos hemos encomendado muchas veces) nunca falta la discusión especializada. Tenemos dos futuras publicistas-relaciones públicas, una historiadora del arte (rubinenc), un futuro doctor, pedagogo, técnico de sonido, arquitecto, diseñadora de moda, periodista local...

Contamos con la seguridad de que, dentro de unos años, nos ahorraremos unas pelas, al menos en el caso de la asistencia médica y el diseño arquitectónico. Es la colla de tota la vida, la que sale en nuestros álbumes infantiles de la escuela de música (yo soy la que llevo los vestidos más cursis, inconfundible). En este grupito se materializa el fenómeno “pueblo” que es Rubí (y que siga siendo así siempre, por favor). Resulta que tu conoces a alguien (por ejemplo, a una amiga, en un viaje a Irlanda) y luego descubres que iba al colegio con todos tus otros amigos, y, que además, sus padres conocen a los tuyos porque eran de la colla cuando eran jóvenes. Apaga y vámonos.

Ahora, en agosto, nos encontramos en fase de preparar alguna fiesta temática, que es un clásico nuestro: fiesta cutre (la hacemos para Eurovisión), fiesta árabe, fiesta mexicana, fiesta ibicenca, fiesta ochentera...circulan por ahí algunas fotos matadoras, de esas que te dejan soltera de por vida.

La amistad no cierra por vacaciones.


Agosto no ha empezado (¡qué felicidad de mes por Dios, que feliz voy a ser!) y ya hay una larga lista de “must”. Ayer en la cena quedó bien claro que algunas estaremos por aquí, y sin PLAN a la vista. Lloraremos la una con la otra y tendremos los ojos abiertos cuando vayamos por la calle. Ni así funcionará. Espero no quedame sola en el fenómeno de la amnesia histérica,. Es aquello que pasa cuando tienes “algo” que te pone nerviosa cerca y sólo escupes tonterías de tu boca. No haces las preguntas que deberías hacer (y siempre tienes mil preguntas sobre lo que te interesa) , te quedas sin discurso (joder pero ¿porqué le has dicho esa gilipollez?), no pillas ni indirectas (¡no parezcas indiferente! ¡no te pongas a la defensiva!) ni ves el anzuelo ...lo ves pero cuando llegas a casa. Y te anotas mentalmente: el próximo día le dices tal y pasqual. Y te vuelves a olvidar. Tenía un profe en el instituto que siempre decía que muchas veces estudiamos lo que peor se nos da. Hasta ahora sólo he resuelto ocultar la vergüenza detrás de mi verborrea vacía y comentarios graciosos. ¿Un paso?

¡Es totalmente contraproducente! Un desastre.


Como consuelo, siempre te quedan las cosas que debes hacer personalmente. Como una terrible pila de libros que tengo en casa, como unos veinte, que me tendría que empezar a leer. O algunas composiciones pendientes que vas haciendo a trozos y que siempre son mejorables. Un día escribes una cosa que te parece muy buena y al otro te la relees y te darías de golpes contra la pared. ¿Esta mierda la he escrito yo? ¡Vaya cursilada! O ¡Se te ha ido, no puedes ser tan explícita!


Creo que he escuchado demasiadas veces esta canción (everything you do is sexing me...y se quedaron agusto con el título) durante la semana (es una canción matadora...¿cómo pueden cantar taaaaan agudo?)


http://vids.myspace.com/index.cfm?fuseaction=vids.individual&VideoID=9287535


Hablando de música. El fin de semana pasado The Ledge (mi queridísimo foro sobre mi adoradísimo grupo favorito) me trajo una muy grata sorpresa musical. Una deconstrucción de la canción Seven Wonders.


http://pitchfork.com/reviews/tracks/11365-goth-star/


Al principio suena tan caótico como cuando el maldito emulador del DX7 se cuelga, o el Nuendo se satura. Después va pillando algo de forma, y entre el caos surgen retazos de la canción. Se produce un extraño fenómeno musical y cerebral. Tu mente, tu organizada mente, que ante todo, en su sensibilidad musical, busca el orden y la armonía de los sonidos y el ritmo, imagina desesperadamente el equilibrio en el lío que es esta pieza. Cualquier cosa que evoque al orden inicial del track te produce un gran placer auditivo. Ésto es patente desde el minuto 2 al 2.10 de la canción, cuando desaparece la pista rítmica de la remezcla y, desde el fondo, se abre paso el corte de batería original de la canción. ¡Y todo vuelve a su sitio por unos segundos!

Conclusión: cuando acaba la pieza, tu cabeza NECESITA escuchar el Seven Wonders original (Suspiro: ¡Ay, Lindsey Buckingham!)


http://www.dailymotion.com/video/x12fic_fleetwood-mac-seven-wonders_music



Rollo piti post. Quien haya hecho esto, no sólo era MUY consciente de lo que hacía, sinó que le esta haciendo una gran promoción a Fleetwood Mac, y en especial a Nicks y mi querida Sandy Stewart.

(que por cierto, el fenómeno pueblo no sólo se da aquí. Stewart colaboró con Nicks en su álbum “Wild Heart”. La natural de Arizona sale en “Cat Dancers”, que esta producido por Beau Hill. En la preparación de su segundo álbum, que saldría en 1987 bajo el título “Blue Yonder”, Stewart colaboró con Kip Winger. Éste, un par de años más tarde, aparecería en la canción “Everything you do is sexing me” con Fiona Flanagan, que era entonces la mujer de Beau Hill).


Rubí, Hollywood...que más da. Todos los círculos se cierran.


Ánimos a todos para empezar bien la última semana de julio.


diumenge, 19 de juliol del 2009

hasta luego cocodrilo

Después de un mes de angustia académica y a unas pocas horas del cierre de mi expediente académico, el miércoles, cierto profesor tuvo a bien, por fin, ponerme su nota.

Evidentemente, esto no pasó sin que dicha parsimonia atizara aún más mi habitual cabreo (soy muy cascarrabias) al conocer que el examen final de la asignatura era de ESO, o sea, de chiste, y que yo, por prudencia había elegido el que pensaba que era el camino más seguro y fácil: el de escribir el megatrabajo. Como una gilipollas.

Ante la duda abismal de que al profesor no le gustara mi matada personal sobre el dramón Cumbres Borrascosas (hay trabajos que son malos para la salud. Éste me ha deprimido profundamente y me ha hecho aún más pesimista, sobretodo al complementarlo con la lectura de “El amor y Occidente”...una fiesta de alegría y felicidad...qué triste es la trascendencia humana) y me suspendiera, ya había redactado mentalmente las lindezas que le iba a escupir en caso de que en la tabla no hubiera puesto, como mínimo, ese ansiado cinco, y aún más después de la broma del examen final.

El trabajo, bueno, tampoco estaba mal si tenemos en cuenta que le dí los últimos retoques (a ver, el trabajo estaba acabado, pero me entró la obsesión perfeccionista y empecé a leerlo y releerlo y cambiar cosas...)la noche previa a la entrega, con el cerebro trasnochado después de la fiesta mayor y todo lo que ello comporta.

Aunque conseguí acabarlo (a las 9 de la mañana), el día F (final) todavía me exigía ir a la facultad arrastrando para poder entregar el trabajito. El conflicto estaba servido. Aunque para mí áquel era el día F o día PFM (postfiestamayor) o mi último día antes de tener que trabajar en la radio por la mañana durante todo el mes, para el resto del personal era el día G (día de la graduación).

Pero yo tenía la cabeza en otro sitio. Mientras media clase la metía bajo el secador de los rulos, yo la apoyaba sobre mi mano en el tren, la sorprendía al abalanzarse sobre el vidrio en el bus, y, finalmente, la hundía en la almohada. Mmmmmmmmmmmm

Después de cuatro o cinco días sin dormir, y de un mes disfrutando de la soledad de mi habitación, mis libros y mi música, la verdad, lo último que me apetecía era escuchar cuatro horas de cháchara, con lanzamiento de flores incluído entre el personal docente, hacer ver que veía un vestido y no un pastel de boda, o aguantar el egocentrismo paranoide de algunos compañeros que creen que el resto de la gente se ha conchabado para sacarse la carrera antes que ellos...en fin, menos mal que la nota de psicología es baja y entra mucha gente.

Mientras volvía de dejar el trabajo, entre cabezada y cabezada que daba en el tren, se me aparecía la siguiente visión kitsch: servidora con el vestido con el que se graduó su madre en 1982 (era una manera de protestar contra la tontería tan grande de cenas de graduación de 200 euros en las que participaba gente que seis meses antes había apoyado la ocupación y la facultad libremente gestionada pseudo anarquista anticapitalista y había gritado cosas como: “1, 2, 3, 4 vietnams” y “tot el poder als soviets”, perdón, quise decir, “assemblees”. En mi casa no se lo creían, sufrieron una regresión a la adolescencia). Y la niña en el vestido floreado dormía los efectos de la fiesta mayor en la butaca, medio mareada por la pretenciosa mezcla de perfumes baratos.

Aún así...¿Y el resto de la gente? No me gustaría que les sentara mal mi ausencia.

Al ver mi cama, vacía, toda sola, esperándome, lo ví bien claro y recordé lo que me suele decir mi madre: haz siempre lo que te dé la gana. En vez del vestido, me puse la bata y me dejé caer sobre las sábanas.

Antes de dormirme, pensé un momento en esos compañeros queridos. Otra razón por la que no ir eran ellos. ¡Qué manía tiene el mundo de institucionalizar los sentimientos de las personas! Cada vez que voy a una cosa de estas me angustio terriblemente. Siento que me arrinconan con sus vulgares tretas de musiquilla sensiblona, power points lacrimógenos y luz tenue. La presión de ser extrovertido es lo frívolo. Guardar los sentimientos del recuerdo rígido y casi anecdótico de una foto de grupo me parece mucho más noble. Los recuerdos aleatorios son más preciosos que las poses que exige un fotógrafo.




Desde entonces no había vuelto a la universidad, ahora casi desierta. La vista vacía y despejada de la facultad desde la entrada oeste tiene su qué poético al principio, con el olor del encerado del suelo (en la facultad tienen esa manía, no paran de encerar el suelo...luego hay telarañas por todas partes y todo se cae, pero eso sí, el suelo que brille y resbale) y un silencio poco inusitado, a no ser por el zumbido constante de las máquinas de snacks.

Cuando llevas recorrida media facultad y todavía no has visto a nadie, el rollito literario se transforma en una especie de ventana pop-up de estas que te sale en el ordenador, que, con el dedo alzado te dice: oye, mira, esto es como la película aquella de Tesis...si al menos hubiera algún Noriega correteando por ahí, pero nada, chicas...y chicos.

El servicio de copistería...cerrado. Me hubiera gustado ver a la de las fotocopias, y escuchar sus conversaciones con la compañera:

-Porque el muy caraculo me dijo..ui es que no puedo quedar...mira, le dije: oye tío, que si era sólo un polvo, quiero decir, que ya lo pillo...a ver si te piensas que me quiero casar contigo o algo, ¿¿sabes?? El tío...

-Pero que morro tiene el pavo...con todo el rollo ese que se llevaba...

-Mira, que se vaya con su madre...yo me quedo aquí con mi Duque – y le da unos golpecitos a una de las diez fotografías que tiene colgadas de él, en toda variedad de posturas: de niño malo, del rollo ejecutivo, con camiseta, sin camiseta, en calzoncillos...

Una vez que te ha hecho las fotocopias te dice: -Anda, échale el centimillo ese a los chuchos (hay una caja donde recaudan fondos para una perrera).

A la altura de las máquinas te viene un aromilla así floral, un poco cursilón, de la sala donde tienen los carros de la limpeza. Luego te llega el golpe de tufo a mierda. Es un mal crónico de los lavabos de esa parte del pasillo.

La conciencia te tiembla un poquillo cuando pasas por delante del bar, ahora cerrado y a oscuras. No quiero escribir que pasa en esos momentos por tu cabeza, porque tendría que recordarlos y la verdad, me da una gran pereza ponerme sensiblona ahora.

Por fin, en el hall, te cruzas con algun antiguo profesor que huye de su despacho. Aletargado por el terrible calor de la facultad-invernadero, se arrastra hasta la máquina de café. Te reconocen, pero en su mirada se mezclan muchos nombres. ¿Se llamaba Patrícia, Sara, María, Marta?

A medida que subes las escaleras hasta la segunda planta el calor se hace más intenso. Algún listo tuvo la brillante idea de reciclar un diseño nórdico (techos de vidrio) y usarlo en pleno mediterráneo. Resultado: efecto invernadero en verano (el edificio se recalienta), goteras en otoño y primavera (cuando llueve con fuerza parece que se te va a caer el techo encima...una vez, en realidad, se desplomó...a veces las gotas provocan tanto ruido que no se oye casi nada) y frío en invierno (gastazo de calefacción que pagamos todos los contribuyentes).

Cojo un tiquet y espero a que indiquen mi turno en la pantalla (rollo carnicería). Sólo he visto una decena de personas en todo el rato que llevo allí, pero una de ellas es un compañero de clase. Me explica sus planes de cara al año que viene: acabar unas pocas asignaturas y seguir en el rollo local.

Suena un pitido y entro en la sala. Me atiende un chico joven, todavía tiene algo de acné. Encima de su mesa hay un expediente. Cogida con un clip, una foto de carnet. Una cara un poco juguetona sonríe en la foto. Conozco esa mirada de no haber roto nunca un plato. Disimuladamente, y mientras le digo mi DNI al chico para que busque mi expediente, miro el documento. No me hace falta mirar el nombre, pero sigo leyendo. Reconozco los apellidos y la dirección. Era de noche, pero esas cosas tan tontas como las calles siempre se me quedan. Sonrío como una madre magnánima que perdona una travesura...¡vaya personaje!

El chico me extiende un papel bastante simplón pero de gran trascendencia:


Ana Ripoll Aracil, com a Rectora de la Universitat Autònoma de Barcelona.

Certifico que la Sra (¿esa soy yo?) bla bla bla bla bla

Nascuda en bla bla bla nacionalitat bla bla, DNI bla bla bla ha superat en aquesta Universitat, amb data de bla bla els estudis corresponents al títol universitari de Llicenciada bla bla bla.


Miro al chico con decepción.

¿Y esto es todo? Con lo que me ha costao...

No. Ahora te debe “costar”. Mientras me estirpan 170 euros (¡por un diploma con el nombre del rey! Pero si yo soy republicana...) de mi temblorosa targeta de crédito, miro el papelito, que yace al lado del expediente con la foto.

“Y así, acaba todo, con esta compañía...que ironía, que mala leche...hum!”

La foto me sigue mirando. Le echaremos la culpa a su díscolo signo.


Bajo de nuevo las escaleras Justo después de las vidrieras, me viene a la mente el último día de clase en que me tropecé con una mariposa. Casi la piso. Era de color marrón, muy bonita, y revoloteaba por el suelo, chocándose contra el vidrio. Parecía que no podía volar. Sin muchas esperanzas de que consiguiera alzar el vuelo, la conseguí atrapar, de una manera tan fácil que me pareció que se dejaba.

Pasé por delante de mis compañeros, que seguían enfrascados en su propio thriller paranoico y bajé las escaleras hasta el exterior. ¿Cómo haría para que viviera? ¿Y si no podía volar? ¿Y si le había hecho daño al cogerla? Abrí la mano, pero seguía allí. La empujé un poco con el dedo y desplegó las alas. La seguí con la mirada hasta que mi miopía me lo permitió.


Cuando el jueves bajaba por el bosquecito hasta la escuela de postgrado a embarcarme en mi próxima aventura académica, otra mariposa se cruzó en mi camino. Se chocó con mi pelo unas pocas veces. Ésta no era marrón, sino blanca, y siguió su camino alegremente entre los árboles.



Para pasar una buena noche: Nebraska (1982) - Bruce Springsteen.