dimarts, 2 de juny del 2009

TANGO IN THE NIGHT (PART I)

Este día tenía que llegar. Este día en el que no he podido contener más mi tierna alma friki y tengo que hablar, sí señores, de mi grupo preferido. La jornada de hoy se la merece; plácida y soleada por una parte, fresca y agridulce de noche.

En una sola palabra: los Fleetwood Mac son brillantes. Y en su calidad polifacética, esa genialidad que irradian se destila en centenares de facetas, creando estilos, sensaciones, colores y atmosferas diferentes. La luz en la música es un elemento clave a la hora de definir la excelencia de un grupo.

Cada canción, cada álbum corresponde a un tono. En lo que a ellos se trata, podría decir que su disco homónimo es blanco, o que Rumours es amarillo. Tusk seria gris, mientras que Mirage correspondería a la paleta de los colores tierra. No obstante, el disco que más me ha fascinado siempre ha sido Tango In The Night (1987), por diversas razones, algunas de las cuales intentaré exponer a continuación. La portada misma es ya una declaración de intenciones en toda regla: un paisaje selvático, donde pequeños brochazos de color se abren camino entre una jungla de verdes y turquesas. Como broche, el elemento salvaje de los animales de la selva y unos pájaros exóticos y elegantes.

Se trata del cuadro "Homage to Henri Rousseau", en el que Brett Livingstone-Strong homenagea al pintor francés, y en especial, a su pintura "La charmeuse de serpents".

El disco cumple la promesa exótica y misteriosa de la portada, con tracks oscuras, profundas pero también populares. Tampoco el título del disco es inocente: toma el nombre de una de las canciones del álbum. El concepto de danza, baile había sido generosamente explotado por el guitarrista de Fleetwood Mac (máximo creador del álbum) en su solo de 1984 "Go Insane". Esta vez, el californiano va más allá. El sexo, el amor, el rock, todo a la vez o como queráis llamarlo si es que os parecen elementos separables, ya no forman parte de un baile nocturno cualquiera. Ahora son un movimiento estilizado, experto, preciso: el de dos bailarines que se balancean en la noche.

El elemento sexual no se puede minimizarse nunca cuando hablamos de Fleetwood Mac, sobretodo si tenemos en cuenta el culebrón sentimental que desde hace 30 años azota al grupo, drama encarnado especialmente en la relación tormentosa entre Buckingham y Stevie Nicks, que como Heathcliff y Catherine, se tiran de los pelos antes de caerse juntos sobre la cama.


El estira y afloja entre sus miembros, mucho más complejo de lo pueda yo aquí comentar, se refleja sobretodo en la música, plagada de mensajes en clave, reproches, súplicas y contradicciones. La crítica norteamericana escribió sobre Tango In The Night que parecía como si los miembros del grupo, desde una torre, se llamaran el uno a otro a través de espacios vastos y casi infinitos. Así lo sugiere, al menos, Big Love, canción con la que arranca el álbum. Ésta es, seguramente, una de mis canciones favoritas. Es de aquellos cortes que por más veces que lo escuches no te cansas, y es que a cada audición descubres un detalle nuevo, un instrumento, un aplique musical en el que antes no habías caído debido a la complejidad de la canción (debida no sólo al perfeccionismo de Lindsey Buckingham, sino también a la tendencia barroca de la época).

La voz de Buckingham suena distante, pero a la vez te llega, te adormece, te seduce para que entres en el entramado de la canción, que acaba con un éxtasis musical (para entender esta afirmación es necesario haber escuchado Big Love) que no sólo satisface al que lo escucha, sino que le deja con ganas de más. Esta idea viene reforzada por el videoclip, una maravilla de la edición para la época, y que costó nada más y nada menos que un cuarto de millón. De dólares.

La acción se concatena a través de pantallas de televisores, puertas y ventanas, y el espectador cae, vuela por el espacio, baila e incluso, en la parte final de la canción, viaja hacia atrás (y he aquí el detalle brillante. Los humanos solemos asociar rapidez y marcha adelante. En realidad, ninguna de las dos cosas, ya que sólo añade más base rítmica para dar la sensación de velocidad y el vídeo va hacia atrás en el tiempo, rebobinando toda la acción) y acaba con un plano en detalle de los ojos azules y frios de Buckingham. Toda la acción muere en su mirada, todo se crea y perece en su mente. Este final circular alienta al espectador a revisionar el vídeo, sólo por volver a tener esa sensación de clausura de nuevo. Es como montarse en la montaña rusa una y otra vez, la emoción y sorpresa dismuye con las veces, pero vale la pena rememorar el impacto de la primera vez.


Por lo que respecta a la letra, Buckingham vuelve a algunos de sus eternos motivos. El poder (house on the hill), la seguridad (house), la soledad (I wake up aplone with it all), la esperanza (looking out for love, big big love) y la desilusión (you said that you loved me, and that you'd always will) se vuelven a combinar para crear este canto desesperado en busca del amor, la pertenencia y cerrar un círculo íntimo, el de la comprensión personal y profesional, tal y como fuerza en el vídeo con la impactante toma de sus ojos.

1 comentari:

  1. Si quieres verle los ojos en directo al pazguato de Lindsey, los Mac viene a las europas en octubre: Berlín, Londres, Birmingham, Glagow, Dublín... Podríamos coincidir.

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